Es
un tipo de relación sintáctica entre diferentes constituyentes sintácticos. Un
constituyente sintáctico A está subordinado a otro elemento B si, A es parte de
B, o en términos de árboles sintácticos, si el
nudo correspondiente a A está dominado por el nudo correspondiente a B.
Usualmente
se aplica para describir la relación existente entre una oración subordinada y una oración principal. El
procedimiento contrasta con la coordinación de elementos sintácticos en que los
dos elementos jerárquicamente están al mismo nivel.
El
término euforia proviene de un vocablo griego que significa “fuerza para
soportar”. La palabra, por lo tanto, permite referirse a la capacidad para
tolerar el dolor y las adversidades en general.
El
uso más habitual del concepto, de todos modos, está asociado a la sensación de
bienestar. La euforia puede alcanzarse gracias a una gran alegría, una emoción
positiva o, incluso, mediante la ingesta de algún tipo de droga o medicamento.
Por supuesto, la euforia inducida por químicos tiene efectos colaterales y no
resulta positiva para el sujeto.
Por
ejemplo: “La euforia de Lionel Messi al conseguir el gol del campeonato
emocionó a todos los asistentes”. Esta frase hace referencia al desahogo,
evidenciado mediante gritos, saltos y sonrisas, que un jugador puede
experimentar al alcanzar un objetivo.
Patriarcado
El patriarcado es un concepto
utilizado por las ciencias sociales, en especial en la antropología
y en los estudios feministas. Hace referencia a una
distribución desigual del poder entre hombres y mujeres en la cual los varones
tendrían preeminencia en uno o varios aspectos, tales como la determinación de
las líneas de descendencia (filiación
exclusivamente por descendencia patrilineal y portación del apellido paterno),
los derechos de primogenitura, la autonomía personal en las
relaciones sociales, la participación en el espacio público -político o
religioso- o la atribución de estatus a las distintas ocupaciones de hombres y
mujeres determinadas por la división sexual del trabajo.
Soberbio
Orgullo (del francés
orgueil), es querer tener siempre la razón aún así sin tenerla. Otros sinónimos
son: altivez, arrogancia,
vanidad,
etc. Como antónimos
tenemos: humildad,
modestia,
sencillez, etc. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es
disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes,
mientras que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a
otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del yo o ego. Por ejemplo, una
persona orgullosa o soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdono
ayuda.
Vaguedad
Imprecisión, falta de exactitud: sé
más claro y déjate de vaguedades.
Utopía
El concepto utopía se refiere a
la representación de un mundo idealizado que se presenta como alternativo al
mundo realmente existente, mediante una crítica de este. El término fue
concebido por Tomás Moro en su obra De Optimo Rēpūblicae Statu de que Nova Insula Utopía,
donde Utopía es el nombre dado a una comunidad ficticia cuya organización
política, económica y cultural contrasta en numerosos aspectos con las
sociedades humanas de su época. Sin embargo, aunque el término fue creado por
él, el concepto subyacente es anterior. En la misma obra de Moro puede verse
una fuerte influencia e incluso directa referencia a La República,
de Platón,1
obra que presenta asimismo la descripción de una sociedad idealizada. En el
mismo sentido, las narraciones extraordinarias de Américo Vespucio sobre la recién avistada las
islas de Fernando de Noronha, en 15032
y el espacio abierto por el descubrimiento de un Nuevo Mundo
a la imaginación, son factores que estimularon el desarrollo de la utopía de
Moro.
Demográfica
La demografía (del griego
δήμος dēmos 'pueblo' y γραφία grafía 'trazo, descripción' –estudio de la
población–) es la ciencia
que tiene como objetivo el estudio de las poblaciones humanas y que trata de su
dimensión, estructura, evolución y características generales.
1.- Los movimientos
feministas, resurgidos en los sesenta. En este tiempo no había una historia al
respecto que mostrara la génesis y desarrollo de la dominación y predominio de
los varones sobre las mujeres.
Mediante el
ejercicio de intuición y razón a la vez, las feministas lanzaron una primera
hipótesis: la subordinación que afecta a todas o casi todas las mujeres es una cuestión
de poder, no se trata de vestirse con
los ropajes de la autoridad, sino con los más nobles sentimientos de afecto ternura
y amor.
En la euforia del
nacimiento de los grupos y las movilizaciones, la primera actitud fue
parricida. "Debemos olvidar lo aprendido" -se decía- "sólo
rescatar algunos autores y autoras fueron objetivos y se colocaron de parte de
las mujeres".
El reto era inmenso
y soberbio, rechazar todas las herencias culturales, las formas de pensar, los
instrumentos para observar, las ideas y los valores en los que nos formamos.
Una vez más se
volvió a plantear la relación entre naturaleza y cultura y a revitalizar las
hipótesis del determinismo biológico en la explicación de la desigualdad social
y política. Y una vez más se llegó a la conclusión de que la variación de los comportamientos
sociales está más allá de las diferencias biológicas.
Una de las primeras
propuestas identificó la subordinación femenina como producto del ordenamiento
patriarcal, tomando la categoría patriarcado de Max Weber.
Rápidamente, la
visión totalizadora del patriarcado se extendió y se incorporó al discurso político
y en el hacer académico. Pero luego la categoría patriarcado resultó un
concepto vacío de contenido, plano desde el punto de vista histórico, que
nombraba algo, pero no trascendía esa operación, de tal vaguedad que se volvió
sinónimo de dominación masculina, pero sin valor explicativo.
Se propuso generar
conocimientos sobre las condiciones de vida de las mujeres; hacerlas visibles
en la historia, en la creación y en la vida cotidiana. Nacen desde entonces en
los centros académicos y en organizaciones no gubernamentales los proyectos,
programas, institutos y centros de "estudios sobre la mujer" o
"sobre las mujeres":que se multiplican en diferentes países del mundo.
Convendría
distinguir desde esos momentos, dos posturas diferentes que han acompañado a la
investigación sobre las mujeres: una que centra el objeto de estudio en las
mujeres. Otra que privilegiará a la sociedad como generadora de la subordinación
de las mujeres. Para ambas posiciones la apuesta académica consistió en
construir objetos de estudios a partir de recortes de la realidad empíricamente
observables, que permitieran formular hipótesis plausibles y teorías de alcance
medio, con un asidero más cercano a lo real. La elaboración de la teoría quedó
pospuesta en el corto plazo mas no abandonada.
Mientras la primera
perspectiva puso el énfasis en la generación de conocimientos sobre las mujeres
y los determinantes de sus condiciones sociales, con un claro predominio del
estudio de las relaciones mujer-varón y mujer- mujer (Hartmann, 1979), para la
segunda, las premisas más generales explícita o implícitamente formuladas
sostenían:
a) La subordinación de
las mujeres es producto de determinadas formas de organización y funcionamiento
de las sociedades. Por lo tanto, hay que estudiar la sociedad o las sociedades
concretas.
b) No se avanzará sólo
estudiando a las mujeres, el objeto es más amplio. Requiere de analizar en
todos los niveles, ámbitos y tiempos las relaciones mujer-varón, mujer-mujer,
varón-varón. Categoría que en lo social, corresponde al sexo anatómico y
fisiológico6 de las ciencias biológicas. El género es el sexo socialmente
construido.
Rubin (1986) lo define como:
"El conjunto de
disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en
productos de la actividad humana y en el que se satisfacen esas necesidades
humanas transformadas".
Los sistemas de
sexo/género son por lo tanto, el objeto de estudio más amplio para comprender y
explicar el par subordinación femenina-dominación masculina.
Este es la ruptura
epistemológica de la que se habla en la filosofía, tal vez la más importante de
los últimos veinte años en las ciencias sociales (Harding 1988; Fraser, 1989).
Se trata del reconocimiento de una dimensión de la desigualdad social hasta entonces
no tratada, subsumida en la dimensión; económica, ya en las teorías de las clases,
ya en las de la estratificación social.
2.-Convendría
distinguir las diversas maneras en que se emplea la categoría género y el
concepto de género, puesto que la literatura existente a comienzos de los años
noventa nos muestra usos no unívocos de la palabra. Muchas/os autoras/es
sustituyen sin más la palabra sexo por género, en un proceso muy entendible (aunque
no exento de frivolidad) una vez que este último concepto se extiende y se pone
de moda. Por ejemplo, en los estudios de tipo macrosocial, -en la demografía,
del mercado de trabajo, la educación, el comportamiento político, etc.: a la
desagregación por sexo se le llama género, pero no se llena de contenido la
categoría, ni se explicita a qué hace referencia. El comportamiento diferente
entre uno y otro sexo se analiza e interpreta como valores distintos de una misma
variable independiente, pero no se le da el contenido de una construcción
social compleja, más allá de la diferencia sexual anatomofisiológica.
Algo similar ocurre
cuando la palabra género sustituye a mujeres. Joan Scott (1990) señala que es
frecuente en publicaciones e investigaciones históricas hablar de "género
e historia", cuando en realidad son estudios de historia de mujeres. Esta observación
puede extenderse a otras disciplinas sociales y humanas, y que deriva en lo que
en forma un tanto despectiva se denomina "mujerismo" académico.
Lo anterior no
quiere decir que tanto las investigaciones macrosociales como las históricas,
los estudios de caso, etc., que describen en un momento determinado aspectos de
las condiciones de vida de las mujeres o de las mujeres y de los varones no
sean útiles, correctas y necesarias. Pero la categoría género es algo más y
requiere de dar espacio a la búsqueda de sentido del comportamiento de varones
y mujeres como seres socialmente sexuados. Es decir, tener en cuenta que hay
una serie de determinaciones sobre las mujeres y sobre los varones que se
expresan en, y a la que responden los comportamientos observados.
En la literatura
sobre la condición de las mujeres que conozco, yo distingo tres perspectivas u
orientaciones teóricas distintas.8 Una primera es la denominada "las relaciones
sociales de sexo", que privilegia la división social del trabajo como
núcleo motor de la desigualdad. Esta corriente ha desarrollado importantes
investigaciones acerca de la inserción femenina en el mercado de trabajo, la
participación sindical y el cambio tecnológico, se desenvuelve en Francia y una
de sus principales exponentes es Danielle Kergoat. En esta perspectiva, el peso
teórico del marxismo es muy claro y en particular los estudios sobre la
reproducción, aunque no significa que todos los aportes al género que
incorporan la perspectiva marxista se afilien a esta corriente.
Las jerarquías
sociales entre los géneros responden más que a prestigio, a resoluciones del
conflicto desfavorables hasta ahora para las mujeres frente a los varones.
3.-Varones y mujeres
tenemos la posibilidad de producir placer en el cuerpo del otro/a. Pero sólo
las mujeres tenemos un cuerpo que produce otro cuerpo (Torres Arias, 1989).
Mujeres y varones somos imprescindibles para la fecundación, pero sólo el
cuerpo de las mujeres ha asegurado hasta ahora -y pese a los intentos
desmedidos de cierta ciencia por eludirlo-, la sobrevivencia del huevo
fecundado y por lo tanto de la especie humana. Hasta ahora, cualquier varón que
desea realizar su posibilidad de paternidad biológica debe asegurarse una mujer
dispuesta a gestar, parir y cuidar el fruto de la concepción. Si además desea
ejercer la paternidad social sin desarrollar muchos esfuerzos, debe asegurarse
una mujer dispuesta a acompañar el largo y lento proceso de maduración, aprendizaje;
socialización, es decir, realizar la maternidad social. Por lo tanto, todo
varón que busque trascender la muerte a través de la procreación debe pactar
con una mujer durante un lapso de nueve o más meses.
Aclaremos: no es que
el cuerpo femenino como entidad biológica tenga poder; son las sociedades las
que le otorgan poder. ¿Quién o quiénes controla/n la capacidad reproductiva de
las mujeres? ¿Cómo ejercer el control sin eliminarlas o destruirlas?¿quién o
quiénes tienen las preferencias en el acceso sexual? ¿Quién o quiénes pueden
tener con ella o ellas relaciones sexuales? ¿Cómo crear mecanismos que aseguren
a la vez la exclusividad o la preferencia pero que no lo impidan de por vida?
Controlar el cuerpo
de las mujeres lleva a dirigir el trabajo de las mujeres, de manera de no dejar
capacidad que se escape. Porque podría ser que sin controlar la capacidad de
trabajo, las mujeres tuvieran posibilidades de dominar la sociedad o exigir el
reconocimiento de su reproducción.
Como se puede ver se
habla de control y no de eliminación del cuerpo. Las capacidades de
reproducción, de acceso sexual y de trabajo no pueden ser extirpadas a las
mujeres, porque si lo fueran desaparecerían y dejarían de cumplir las funciones
de sus cuerpos. De lo que se trata, por lo tanto, es de controlar esas
capacidades, sin que les sean quitadas.
¿Cómo es que si bien
tanto el cuerpo de la mujer como el del varón tienen la capacidad de producir
placer en el otro/a sólo el cuerpo femenino se constituye como el objeto erótico
en nuestras sociedades? ¿Cómo es que la capacidad de trabajo de las mujeres es dirigida
por las sociedades a la realización de un trabajo socialmente imprescindible
pero desvalorizado?
Estas cuestiones nos
llevan a recordar, una vez más, que en la especie humana, el relacionamiento
sexual no es sólo un intercambio químico que asegura la reproducción de la
especie. Mucho más allá, la sexualidad es el conjunto de las maneras muy
diversas en que las personas se relacionan como seres sexuados con otros seres
también sexuados, en intercambios que como todo lo humano, son acciones y
prácticas cargadas de sentido.
4.- Existen mujeres y
varones en diferentes situaciones sociales y culturales que es necesario
explicitar. La primera tiene que ver con las etapas del ciclo de vida. Estas
últimas son también como el género, construcciones sociales como ya lo sabemos
a partir de los trabajos de Philippe Aries (1973), articuladas unas con las
otras. Es particularmente importante la o las etapas en que las mujeres y los
varones gozan de la plenitud de la capacidad de reproducirse, puesto que a
partir de su conocimiento se pueden captar los elementos claves de las
relaciones prevalecientes en el sistema de género, de las maneras en que se
ejerce el poder, de las representaciones imaginarias que lo justifican. En
nuestras sociedades son las figuras de madre, esposa y ama de casa para las
mujeres y las de jefe de familia y sostén económico principal del hogar, padre
y esposo desde donde es posible partir para estudiar el núcleo de las relaciones
de género. Es decir, la dominación de los varones sobre las mujeres no siempre
es igual a lo largo de las etapas de la vida socialmente definidas. Por lo
demás, la literatura demográfica e histórica está llena de ejemplos al
respecto.
Un segundo ámbito o
contexto a delimitar lo constituye la organización de la vida familiar y
doméstica, espacio privilegiado de las mujeres e identificado en nuestras sociedades
como el lugar de la subordinación femenina. Hay que tener en cuenta la composición,
tamaño y ciclo de vida de los hogares, porque no todas las unidades domésticas
son nucleares en un momento dado, ni lo son a lo largo de la vida de las familias,
como bien lo sabemos en América Latina. En ellas, es necesario distinguir las diferentes
posiciones que ocupan las mujeres y los varones y los papeles que cumplen a lo
largo del ciclo de vida de las unidades domésticas y las familias. Asimismo hay
que tomar en cuenta las relaciones entre unidades domésticas y entre parientes
de fuera del grupo doméstico.
En América Latina y
en general en sociedades plurales desde el punto de vista racial, es necesario
dar cuenta del contexto étnico-cultural, bajo el supuesto que los géneros se
construyen de manera distinta en cada uno de ellos. Pero también porque el relacionamiento
entre personas de razas distintas redefine las relaciones entre los géneros.
Al complejizar el
análisis, se llegan a observar algunas cuestiones interesantes.
Desde la perspectiva
de las clases, se había puesto de manifiesto desde los inicios mismos de los
movimientos feministas y los estudios sobre las mujeres en América Latina, las
relaciones desiguales entre mujeres que tienen lugar en el servicio doméstico.
La investigación histórica pone de relieve que la dominación puede ejercerse de
maneras diversas en el tiempo y mostrar que no todo tiempo pasado ha sido peor,
como el positivismo y el propio Marx suponían. Pero al ponerse en descubierto
las tramas de relaciones sociales en función del parentesco y en los ámbitos
familiar y doméstico, es decir, en mujeres que comparten la misma posición de
clase -e incluso entre quienes comparten subordinaciones de clase y de raza-,
se advierte que la subordinación y la condición femenina se redefine a lo largo
del ciclo de vida, y que algunas mujeres pueden gozar de poder sobre otras
mujeres.
5.- Teórica y
empíricamente, la perspectiva del género como conflicto remite a analizar:
a) Los sistemas de
parentesco, es decir, las normas y formas del matrimonio, la filiación y la
herencia, como lo ha indicado Rubin (ibic). Es decir, las tramas de relaciones
que orientan las lealtades y solidaridades más elementales entre las personas
de sexos y generaciones distintas, incluyendo el tabú del incesto y las normas
legales que reglamentan el relacionamiento intra e interfamiliar, así como los conflictos
y sus resoluciones en dichos ámbitos.
b) Tanto en los
ámbitos domésticos como en el mercado de trabajo y en otras esferas de la
sociabilidad, es necesario analizar la división social del trabajo según los géneros
y las dinámicas particulares de la misma. Para quienes desarrollamos esta perspectiva
teórica, la división social del trabajo es un ámbito fundamental del sistema de
géneros, pero como consecuencia del conflicto de poder y por lo tanto del
control que los varones ejercen sobre la capacidad reproductiva y el acceso sexual
a las mujeres, mas no como la clave desde donde se origina la subordinación- dominación
entre los géneros. Es decir, el control sobre la capacidad de trabajo de las
mujeres, si bien es uno de los elementos centrales en el sometimiento del
cuerpo femenino, no es el único, porque no es el que hace a la especificidad de
la diferencia sexual, como bien lo observó Rubin (op. cit.).
c) Si el sistema de
géneros es un sistema de poder, remite a las maneras cómo se estructura y se
ejerce en los espacios reconocidos del mismo. Es decir, es necesario dirigir la
mirada a las definiciones de persona y de ciudadanía en tanto sujetos de derechos
y responsabilidades, a las formas y contenidos de la participación en la esfera
pública, al Estado, el sistema político (y de partidos) y a la cultura
política.
Estos problemas están cada vez más presentes en la literatura sobre
las mujeres y los géneros, donde se analiza y reflexiona sobre los movimientos
sociales creados por las mujeres (incluido el movimiento feminista en sus
diversas corrientes), la participación de las mujeres en el sistema político
institucionalizado y la orientación de las políticas estatales dirigidas a
atender las demandas de la población femenina. A partir de estos estudios se
hacen cada vez más evidentes el carácter masculino de estas esferas, las dificultades
para superarlo, los conflictos de intereses opuestos entre los géneros cada vez
que los privilegios masculinos son cuestionados y se propone limitarlos, así
como las alianzas que pueden trascender el género imputado de los y las
actores/as. Es decir, varones que toman partido y se comprometen con las demandas
de las mujeres; mujeres que actúan para mantener los privilegios del género
masculino.
6- Recordemos la
célebre frase de Foucault: "el poder se ejerce, no se posee. No se guarda
en una cajita" ni en un closet. Produce verdades, disciplina y orden, pero
también siempre está en peligro y amenazado de perderse. Por ello no bastan
leyes y normas, amenazas cumplidas y castigos ejemplares.
Las/os dominadas/os
tienen un campo de posibilidades de readecuación, obediencia aparente pero
desobediencia real, resistencia, manipulación de la subordinación. De ahí entonces
que los lugares de control sobre las mujeres -en nuestras sociedades el desempeño
de los papeles de las madres-esposas-amas de casa- sean también espacios de
poder de las mujeres: el reproductivo, el acceso al cuerpo y la seducción, la
organización de la vida doméstica (Torres Arias, 1989). Se vuelven entonces
espacios contradictorios, inseguros, siempre en tensión. Las mujeres pueden,
por ejemplo, tener hijos que no sean del marido, aparentar esterilidad o de
plano negarse a tenerlo, embarazarse en situaciones inoportunas, relacionarse
sexualmente con otras y otros, seducir para muy diversos fines, negarse a
trabajar en el hogar e impedir la sobrevivencia de sus integrantes, incluidos
los/as bebes/as recién nacidos/as, etcétera.
7-. El género es una
forma de la desigualdad social, de las distancias y jerarquías que si bien
tiene una dinámica propia, está articulado con otras formas de la desigualdad, las
distancias y las jerarquías sociales. Desde el inicio de la investigación sobre
las mujeres y los géneros se ha planteado la articulación género-clase,
incuestionable por lo demás en América Latina. Una serie de investigaciones
llevadas a cabo en la región a lo largo de la última década sobre los efectos
de la crisis de endeudamiento en los sectores populares, así como los estudios
sobre reconversión industrial y del mercado de trabajo, dan cuenta del
crecimiento de la participación femenina en la actividad económica generadora
de ingresos. El notable incremento de las mujeres unidas, con hijos menores, en
actividades asalariadas intensivas de mano de obra ha llevado a hipotetizar
sobre la articulación género-clase. Se sostiene que para el capital nacional e
internacional- esas mujeres subordinadas en razón del género y de clase, le
ofrecen una de las manos de obra más baratas y explotables del mercado laboral
mundial, porque a la vez que capacidad de trabajo, tienen características
psicológicas y entrenamiento desde las primeras edades que permiten aumentar
los niveles de explotación: sumisión ante la autoridad, disciplina, paciencia
para el trabajo tedioso, disponibilidad para extender la jornada de trabajo,
etc. La imperiosa necesidad de cubrir los gastos del hogar cuando los varones
adultos y jóvenes no pueden hacerlo, refuerza estas características y
cualidades femeninas y permite aumentar las tasas de explotación, la plusvalía
y la acumulación del capital.
8.-Por ambas líneas de
conocimiento y reflexión, es posible entonces pensar la dominación masculina
con un comienzo en el tiempo, impreciso y vago, pero que permite desligar la
subordinación de las mujeres de la evolución "natural" de la humanidad,
y entenderla como un proceso histórico de resolución de conflictos. Permite además
ver períodos y formas de dominaciones masculinas diversas, los factores y los actores
que provocaron el cambio, las alternativas que se dieron a las mujeres y los varones,
los discursos que justificaron los cambios promovidos, etcétera. Finalmente,
nos permite interpretar las posibilidades y limitaciones de las perspectivas de
cambio en la actualidad.
Hubo un período de
la historia que fue patriarcal, pero ni siempre ni en todas las sociedades el
patriarcado se expresó y se ejerció de la misma manera. Otra cosa es el machismo,
forma de organización social y de ejercicio del poder de dominación masculina,
pero donde las mujeres existen como sujetos de algunos derechos y en la que tienen
algunos espacios de autonomía, pero también mucha indefensión. Un buen objeto de
estudio en América Latina, puesto que sabemos que no siempre se ejerce de la
misma manera.